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Síntomas sin nombre: cuando el cuerpo grita lo que ni tú sabes explicar

Síntomas sin nombre: cuando el cuerpo grita lo que ni tú sabes explicar

Dolor persistente, cansancio extremo, sensaciones raras que no aparecen en exámenes médicos. Tal vez no estás enfermo… estás cargando algo que el cuerpo no puede seguir callando.

Hay personas que están enfermas. Y hay personas que están sintiendo algo que la medicina aún no sabe nombrar.

Son miles.

Llegan a consulta diciendo:

— “Siento un nudo en la garganta que no se va.”

— “Me duelen los huesos, pero los exámenes salen bien.”

— “Me hormiguean las manos como si fueran de otra persona.”

— “Estoy agotado aunque haya dormido 9 horas.”

Y los médicos les dicen: “Todo está normal.”

Pero ellos saben que no.

Porque algo en su cuerpo no está bien.

Y no… no se lo están inventando.

Lo que no se nombra, se encarna

La psicología está empezando a asumir lo que el psicoanálisis dijo hace décadas:

el cuerpo guarda memorias emocionales que no siempre pueden traducirse en palabras.

Cuando lo que te dolió no pudo ser procesado emocionalmente —porque fue demasiado, demasiado pronto o demasiado solo— el cuerpo lo almacenó en forma de síntoma.

Y eso no es “mental”.

Es profundamente físico.

Pero no tiene un nombre clínico claro.

¿Por qué ahora?

Porque estamos viendo una ola brutal de síntomas psicosomáticos inexplicables, especialmente en:

  • Adultos jóvenes que crecieron sin espacio para la emoción
  • Personas con historias familiares marcadas por trauma transgeneracional
  • Mujeres a las que se les diagnosticó ansiedad… sin nunca escuchar su historia

Y sí, también influye el estrés, el insomnio, el aislamiento digital, el duelo postpandemia.

Pero lo que está estallando no es nuevo.

Solo estaba bien guardado.

“Me siento mal, pero no sé por qué”

Ese es el mantra del cuerpo traumado.

No busca atención.

Busca alivio.

Y cuando la medicina no lo reconoce, aparecen frases como:

  • “Tal vez estoy exagerando”
  • “De pronto es psicológico”
  • “Debe ser el estrés…”

No.

Lo que te pasa no es menor.

Y si no tiene nombre, no quiere decir que no exista.

¿Qué hacer si te pasa esto?

  1. No te diagnostiques con Google. Pero tampoco te anules.
    Tu cuerpo tiene razón, aunque el sistema aún no sepa interpretarlo.
  2. Busca un terapeuta que trabaje desde lo somático.
    Trauma, disociación, memoria corporal. Es por ahí.
  3. No le expliques tu dolor a quien quiere que lo justifiques.
    No necesitas convencer a nadie. Necesitas contención real.
  4. Escucha tu cuerpo sin traducirlo todo a miedo.
    A veces no es un infarto. Es un grito emocional atrapado en el pecho.

Conclusión: lo que no se dice, se siente.

Y cuando no se siente… se enferma.

Tu cuerpo no te está fallando.

Te está protegiendo como puede.

Pero ya no puede más.

Y eso también es un lenguaje.