Microdosis para rendir, no para sanar: la nueva trampa de la ansiedad funcional

Microdosis de psicodélicos: ¿expansión de conciencia o nuevo parche para seguir funcionando en un sistema que te exprime? La pregunta ya no es si sirven. Es qué estás evitando sentir.
No es que estés despierto. Es que no te puedes apagar.
Psilocibina. LSD. Ketamina.
En pequeñas dosis. En horarios controlados. En cápsulas precisas que no te hacen “viajar”, pero sí “rendir”.
Miles de personas, muchos de ellos profesionales jóvenes, están microdoseando para trabajar mejor, dormir menos, ser más creativos, y no estallar emocionalmente.
No lo hacen para sanar. Lo hacen para aguantar.
Y eso, más que un avance, es una alarma.
¿Qué es exactamente la microdosis?
Es el consumo de una dosis sub-perceptual de una sustancia psicodélica (generalmente 1/10 de una dosis recreativa), que no altera la percepción ni genera un “viaje”, pero sí afecta el estado anímico, la atención, la flexibilidad cognitiva y el foco.
Lo que antes era contracultura, ahora es biohacking.
Lo que antes era ritual, ahora es rutina de lunes.
¿Por qué tanta gente lo está haciendo?
Porque están al límite.
Porque la ansiedad dejó de sentirse como “algo malo”, y se volvió el nuevo estado basal.
Porque la cultura del alto rendimiento ha hecho del agotamiento un requisito.
Y porque las pastillas tradicionales muchas veces solo adormecen.
La microdosis aparece como el nuevo equilibrio: “ni colapso, ni anestesia”.
¿Y qué tiene de malo? ¿No es mejor que explotar?
Depende de desde dónde lo haces.
Si lo usas para evitar terapia, para no mirar el vacío, para calmar un síntoma sin tocar su raíz… entonces no es medicina.
Es escape con disfraz de expansión.
La pregunta no es si la microdosis sirve.
Es ¿qué parte de ti está tratando de funcionar, cuando en realidad necesita romperse un rato para sanar?
La ansiedad funcional: el nuevo trastorno invisible
No faltas al trabajo.
No dejas de producir.
No estás “mal”… pero estás al borde.
Te cuesta parar. Te cuesta estar en silencio. Te cuesta disfrutar sin sentir que deberías estar haciendo otra cosa.
Esa ansiedad no grita. Pero te consume.
Y la microdosis, mal usada, solo te ayuda a funcionar mejor en un sistema que te está matando despacito.
Conclusión: no todo lo que te mejora, te sana.
La microdosis puede abrir puertas. Pero también puede cerrar preguntas.
Puede ayudarte a rendir, sí. Pero si te mantiene corriendo sin mirar el abismo que cargas dentro, no es medicina. Es anestesia elegante.
No es que estés “mejor”.
Es que encontraste una forma más eficiente de huir de ti.