Ansiedad con forma de cuerpo

Psicología somática, ansiedad silenciosa y síntomas que hablan
“La ansiedad no siempre grita. A veces tiembla en el estómago, se aprieta en el pecho o se disfraza de insomnio.”
¿Qué pasa cuando el cuerpo habla lo que no sabemos decir?
La ansiedad no siempre se siente como un ataque.
A veces aparece como una tensión constante, como ese nudo en la garganta que no se va, como un temblor interno que nadie ve, o como la imposibilidad de estar en silencio sin sentir que algo va a pasar.
No siempre hay un pensamiento consciente que la active. A veces es el cuerpo quien recuerda.
El cuerpo como sede de lo no dicho
Muchos pacientes llegan a consulta diciendo:
- “Me duele la espalda, pero no tengo lesión.”
- “No puedo respirar profundo, pero no estoy enfermo.”
- “Duermo, pero no descanso.”
Eso es ansiedad con forma de cuerpo.
Eso es lo que la psicoterapia somática y profunda nos ayuda a escuchar: el mensaje simbólico detrás del síntoma físico.
Cuando el sistema nervioso está sobrecargado, el cuerpo habla por nosotros. Y no se equivoca.
La ansiedad como lenguaje no verbal
La ansiedad no siempre tiene que ver con el presente.
Puede ser la huella de algo que dolió hace años.
Puede ser una alerta residual, un residuo emocional que quedó atrapado cuando no supimos cómo reaccionar.
La ansiedad que habita el cuerpo no necesita argumentos racionales.
Necesita espacio, tiempo y presencia.
Y muchas veces, necesita dejar de ser juzgada como enemiga para ser comprendida como mensajera.
¿Cómo abordarla desde lo simbólico y corporal?
- No intentes eliminarla. Escúchala.
- Registra cuándo y dónde aparece en tu cuerpo. ¿Es pecho, garganta, abdomen, mandíbula?
- Haz respiraciones profundas, conscientes y lentas.
- Busca acompañamiento psicoterapéutico para decodificar el contenido emocional que hay detrás.
- Mueve el cuerpo sin exigencia. No como castigo, sino como ritual de liberación.
Reflexión final
La ansiedad no es tu enemiga.
Es la parte de ti que aún está intentando sobrevivir a lo que una vez sintió que podía destruirte.
Tu cuerpo no está roto. Está hablando. Y merece ser escuchado.